06 febrero 2007

Moscú

El madrugón que Rafa y yo nos pegamos para ir al consulado fue importante. Desayuno frugal en el hotel Ucrayna, con un salón gigantesco similar al del Moscú con buffet extraño para el occidental. Salimos en el coche y antes de las ocho estábamos "en casa". Y era estar como en casa cuando el guardia de seguridad, ruso eso sí, te abre la puerta con un "buenos días". Y era estar como en casa cuando un policía nacional, vestido de policía nacional, de Algeciras, con melenilla, te dice que pases. Y la gente hablaba en castellano. Un oasis.


Nos atendió una de las jefecillas del consulado. Un castellano perfecto, pero un frío carácter ruso, marcaron el depósito de nuestros documentos. Por suerte, todo en orden. Cualquier problema hubiera supuesto esperar tres días más en Rusia. Algo complicado con los niños.


Terminado el papeleo, volvimos al hotel, donde nos encontramos a los niños y las madres en el inmenso salón desayunando. Decidimos dar un paseo por el metro y la Plaza Roja. Impresionante. Álvaro se quedó dormido en brazos la mitad del paseo. Estar en la Plaza Roja con los niños no era fácil: carreras, ganas de irse, frío...en media hora habíamos terminado el paseo.


¿Y ahora qué hacemos? Que día más largo, pensaba yo. Menos mal que no tenemos que estar aquí tres días más.

Nos fuimos,....al Mc Donald a las 12 de la mañana a tomar un café. Estaba lleno, no teníamos ganas de café ni de hamburguesa, los niños no querían estarse quietos,....vaya rollo.
Lo de la pizzería lo cuento en otro capítulo.

Al terminar de comer, a la habitación. Allí pasamos toda la tarde. Álvaro se dedicó a dar vueltas por la habitación y a media tarde hicimos una visita a nuestros compis a su habitación. Finalmente, a las 9 y tras una tarde inteminable, nos fuimos a dormir viendo el canal internacional de TVE.


Moscú, una gran visita.

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